¿Cómo puedo evitar distraerme?

Uno, dos, tres carteles, no, cua… cinco; la radio encendida, el móvil sonando, el pitido de un coche, el motor de un autobús, el ladrido de un perro, la discusión de una pareja, las pisadas de un hombre corriendo, el bote de un balón, un niño riendo… Toda esa información que en ocasiones nos pasa más desapercibida, tan solo es una ínfima parte de la información que le llega a nuestro cerebro día a día. ¿Pero realmente es bueno este exceso de información? Sí, pero no.

Esta incógnita es de la que hablaré a lo largo del artículo. Si hacemos un pequeño recorrido sobre estas líneas podemos ver que para empezar abordaré los conceptos de atención e hiperestimulación. Una vez iniciados en materia, explicaré dónde y cuándo surge esta excesiva estimulación, y algunas de las consecuencias que está teniendo. Finalizaré, con un par de consejos que puedes aplicar para hacer tu día mucho más atento y consciente. ¿Nadamos juntos entre estas líneas? ¿Estás preparado/a? ¡Empecemos!

¿Qué es la hiperestimulación?

En primer lugar y para que puedas entender lo que viene a continuación, voy a explicarte de forma breve que es la atención. La atención es la capacidad que tenemos los seres humanos para dirigir, mantener, seleccionar u originar un nivel de activación necesario para poder procesar la información relevante. Para que nos entendamos, es un trabajo que se lleva a cabo a nivel cognitivo, el cual nos permite prestar atención a la información importante dejando a un lado la información más superflua. Así mismo, relacionado con este concepto, nos encontramos con la hiperestimulación, concepto del que hablaremos a lo largo del artículo.

La hiperestimulación, no es ni más ni menos, que el proceso que sufre nuestra mente cuando por vía de los sentidos llega una cantidad excesiva de información del ambiente y provoca en nosotros una respuesta sensorial fuerte, pues, en muchas ocasiones nuestro cerebro no es capaz de procesar tanta información al mismo tiempo; reduciendo así nuestro proceso atencional. Por ejemplo: imagínate que mientras intentas leer este artículo, en la misma habitación alguien enciende la tele, otra persona se sienta a tu lado en el sofá a ver vídeos de “Tik Tok”, y en la habitación de al lado, en la cocina, suena la olla express del cocido que preparas para la comida de mañana. Toda esa cantidad de información que le llega a nuestro cerebro no es capaz de procesarla, por eso te darás cuenta que no puedes prestar atención a lo que estas leyendo o posiblemente, cuando acabes de leer este artículo te des cuenta de que lo has leído sin prestar atención y no te has enterado de nada. Pues esto mismo le pasa a nuestra cabeza día a día pero elevado al máximo exponente.

Vale, guay, pero, ¿Qué tiene que ver esto conmigo si no puedo controlar la información a la que me expongo? Obviamente hay cosas que escapan de nuestro control, pero ¿Qué opinas si te digo que hay cosas que puedes evitar para reducir esta exposición? ¿Qué opinas si te digo que parte de toda esa experiencia sensorial está en tu mano? No, no me he vuelto loca. Gran parte de nuestra exposición sensorial la provocamos nosotros sin ser conscientes de ello. Sigue leyendo que te cuento.

¿Dónde y cuándo surge?

Es importante considerar en este punto que existen dos tipos de factores de los que depende nuestro proceso de atención. Por un lado, encontramos los factores externos, los cuales proceden del entorno y ayudan o dificultan el prestar atención a los estímulos relevantes: la intensidad, el tamaño, el movimiento, la novedad, el cambio, el color, el contraste, la carga emocional, entre otros. Por otro lado, analizamos los factores internos, los cuales dependen de cada uno de nosotros: los intereses, las emociones, el estado físico del cuerpo, el esfuerzo necesario para realizar una acción, el pensamiento, la actitud, entre otros. Como podemos ver las fuentes de información son infinitas; pues si nos detenemos 5 minutos, nos daremos cuenta que todo, absolutamente todo lo que existe a nuestro alrededor nos da una información a su manera. Así que realmente, ¿de dónde surge esta excesiva estimulación? porque no puede haber surgido de un día para otro. No, esto no ha surgido de ayer para hoy, poco a poco los avances que van surgiendo a nivel social, van haciendo que se sumen nuevos factores y focos de información a los que prestar atención, sumado a las características del propio estímulo y la persona que lo percibe.

Ello no significa que los avances de la sociedad sean malos, todo lo contrario. Todos amamos la maravillosa tecnología que tenemos hoy en día, al fin y al cabo, nos facilita la vida en muchos aspectos, pues tenemos acceso a cualquier información a tan solo un click. Además, la llegada de internet también nos ha permitido cambiar nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos los unos con los otros. Pero cuidado, porque todo tiene que ir dosificado en su justa medida.

¿Qué consecuencias tiene esta exposición desmedida?

A lo largo de nuestro día a día gran parte de la información que nos llega procedente de estos medios: cuando encendemos la radio mientras conducimos; cuando curioseamos las redes sociales en el transporte público de camino al trabajo o a clase; cuando encendemos la televisión para ver las noticias mientras comemos, y una larga lista de situaciones a las que nos exponemos buscando una experiencia digital. Pero es importante que sepamos gestionar(hablo de gestión, porque la evitación no es una estrategia saludable ni positiva a nivel psicológico)estas experiencias pues sino, lo que parece ser una buena herramienta, puede volverse en nuestra contra aumentando nuestros niveles de estrés y ansiedad.

Actualmente se está empezando a conocer mucho más el fenómeno “FOMO”, el cual se manifiesta con el miedo a perderse experiencias, es decir, pensar que el resto hacen cosas más interesantes y placenteras que nosotros, por ello nos tenemos que mantener constantemente actualizados, para no quedarnos atrás. Este fenómeno se ha puesto de moda debido la repercusión que las redes sociales están teniendo en nuestra vida. Esto provoca “Erase un hombre a un móvil pegado” (modificación de la frase “Erase un hombre a una nariz pegado” de Francisco de Quevedo).

Después de estas líneas supongo que muchos creerán sufrir este fenómeno porque actualizan muchas veces al día las publicaciones o historias de Instagram o Facebook. Por favor, que no cunda el pánico, no te pongas a buscar síntomas de este fenómeno en Internet, y/o te pongas a hacer una check list de las que cumples, pues estarás cayendo en otra de las consecuencias del acceso a la información, y es la cibercondría; fenómeno que implica la manifestación de ansiedad tras buscar información médica sobre problemas de salud médica o mental, relacionados con síntomas que se padecen, abordando la situación como si se padeciese tal problema. Es decir, padecemos un síntomas o dolencia, buscamos en internet, a lo cual nos aparece infinidad de información que acaba provocando en nosotros un autodiagnóstico y una somatización de síntomas que a priori ni se tenían. Esto sumado a que es difícil en internet discernir entre la información que es real y fundamentada, y la información que se basa en falacias, bulos o errores, provoca en nosotros una ansiedad innecesaria; la cual se resolvería acudiendo al correspondiente profesional.

Y ahora la pregunta esperada ¿qué puedo hacer para reducir un poco esa experiencia sensorial? Pues hay muchas actividades en nuestro día en las que podemos intentar reducir esta exposición a la información, dejando a nuestro cerebro que se centre en la experiencia de lo que estamos haciendo. A continuación, te pongo algunos ejercicios que pueden ayudarte:

  •  Mientras conduzcas permítete no ponerte noticias o música, deja a tu cabeza divagar en tus propios pensamientos.
  • Cuando vayas por la calle andando, no vayas con los auriculares puestos escuchando música, permítete escuchar los sonidos de tu entorno.
  • Lo mismo si sales a hacer ejercicio por el campo, no te pongas música, permite a tu cerebro prestar atención a los sonidos de la naturaleza, descubrirás que es una maravillosa melodía.
  • Come con la televisión apagada, charla con quien come a tu lado, o si comes solo permítete centrarte en el acto de comer.
  • Antes de irte a la cama que lo último que cojas no sea el móvil. Desconéctalo media hora o una hora antes de irte a la cama. Permítete desconectar después de un largo día de trabajo.

Sé que la teoría es muy sencilla y la práctica muy compleja. Pero por ello, te animo a que sigas leyendo los próximos artículos que voy a publicar, pues en ellos te voy a presentar un par de ejercicios fáciles que se convertirán en tu mayor aliado/a, pues podrás ponerlos en práctica en tu día a día, cuándo y dónde quieras. En mis próximos artículos te guiaré durante la experiencia de estos ejercicios, te enseñaré a regalarte un trocito de tiempo en el que practicar el autocuidado, con mucho mimo. Por ahora, si quieres adentrarte en algunos ejercicios sencillos para relajarte y empezar el día con buen pie, aquí, te dejo: 3 Ejercicios de Relajación para Comenzar Bien el Día

Querido lector/a, recuerda que el fin de este artículo es únicamente divulgativo y no equivale, ni forma parte del proceso de Terapia. Si tienes alguna duda o necesitas algún tipo de ayuda más específica, puedes ponerte en contacto conmigo. Estaré encantada de ayudarte o resolver cualquier duda o cuestión que te pueda surgir. Estoy aquí para lo que necesites. Mientras tanto nos volvemos a ver en el siguiente artículo.

La vida es eso que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes.

John Lennon

¡Te espero en mi siguiente artículo!

Un millón de besos,


Nerea C.M.

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