El afán del ser humano por hacer oídos sordos a lo que genera sufrimiento.
¿Qué necesitamos para darnos cuenta del drama que impregna nuestra calles? Tras casi un año de pandemia, seguimos tropezando con la misma piedra, la incoherencia. Seguimos cayendo, cada vez duele más pero seguimos levantándonos como si nada ocurriese. Cifras de contagiados desmesuradas, fallecimientos que dejan huella, sufrimiento solitario en las calles, casas, lugares de trabajo, en la soledad de cada uno de nosotros. No obstante, hacemos oídos sordos, nos tapamos los ojos y queremos pensar que estamos viviendo una gran pesadilla de la cual nos despertaremos en unas horas. Pasan los minutos y tu realidad es otra, estamos en pandemia y basta con observar las miradas de los viandantes para percibir el dolor, el cansancio, el esfuerzo porque todos podamos seguir aquí el año que viene, sí, estamos hablando de vidas, no sólo salvan vidas los médicos en los hospitales. Tú también lo haces posible con gestos tan sencillos como ponerte ese trozo de polipropileno que tapa tus sonrisas, muecas, enfado, tristeza. Sí, las tapa pero no las anula, tus ojos reflejan todo aquello que tu rostro, tus emociones quieren gritar a los cuatro vientos. La distancia, la cual nos aleja de las personas que más queremos, nos está restando momentos presentes para que podamos experienciarlos en un futuro, ella también salva vidas, alarga vidas, historias, momentos, abrazos, sonrisas, lágrimas. Yo, todo esto lo valoro. Dejando que la incoherencia impregne nuestros discursos, acciones, ¿qué vamos a conseguir?¿Qué ha sido de la esencia que empapaban los aplausos a los 20h? ¿Qué ha sido de la ayuda ciudadana, de la empatía, del respeto, de la coherencia? Si perdemos esto… ¿qué somos?
Andrea Martínez Pellicer .
En Valencia, el 6 de enero del 2021.
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