Agresión en los hogares, en las aulas, en las calles, en los partidos de fútbol…en la actualidad no nos faltan ejemplos. Es más cada día en los informativos y en los medios de comunicación el ingrediente principal resulta ser la agresión. Temo que la sociedad se sensibilice a este tipo de conductas. El día en que eso ocurra, la decadencia del ser humano será evidente.
Como bien sabréis la agresión ha sido un tema muy estudiado, es más, ya en la antigua grecia, los filósofos ya hablaban de agresividad. Lo que nos podría llevar a pensar que es una problemática recurrente en nuestra sociedad. Y pensaréis…a pesar de nuestra evolución como seres humanos la agresividad sigue presente en todas las sociedades, ¿es un instinto o es aprendido y es la sociedad la que nos hace actuar así? Este debate puede llevar a largas discusiones no obstante en el presente artículo empezaremos hablando de lo que se entiende por agresión, a continuación comentaremos cómo podríamos reducir nuestra propensión a la agresión. Lo cuál nos permitirá tener más argumentos ante el debate que hemos presentado previamente.
La conducta agresiva es considerada como una acción intencional dirigida a causar un daño físico o psíquico. Es importante no confundirlo con la reafirmación personal. Ya que a día de hoy, se califica desmesuradamente a personas que defienden sus derechos, se quejan de las injusticias o que son ambiciosas como personas agresivas. Asimismo, puede tratarse de una acción física como lo es pegar o bien, verbal, como lo podría ser insultar. Lo más importante a tener en cuenta es la intencionalidad. Por ejemplo, una madre que le tira una zapatilla a su hijo con la intención de darle, se trata de una acción agresiva. En cambio,si un conductor golpea a un peatón los daños son indudablemente mucho mayores que en el caso anterior, pero en este caso el conductor no tiene la intención de causar ningún daño, es accidental. Por otro lado, conviene distinguir entre la agresión hostil y la agresión instrumental. La primera, se caracteriza por ser un acción agresiva que tiene su origen en un sentimiento de ira y tiene como objetivo causar dolor o daño en otra persona. La agresión instrumental, consiste en una intención de herir a otra persona pero esto tiene lugar como medio para conseguir un objetivo diferente al de causar un daño. Por ejemplo, un niño que pega a un compañero porque se ha burlado de él reflejaría una agresión hostil. En cambio, una niña que pega a su compañero para conseguir su juguete mostraría una agresión instrumental.
A continuación, nos centraremos en las principales causas de la agresividad. Éstas, son explicadas a través de teorías y como hemos podido observar hay dos formas de abordar el tema. Nos podemos centrar en los aspectos internos de la persona, con la noción de que es impulsada a agredir por una fuerza interna por lo que el objetivo sería identificar la fuerza o base de la agresión. Asimismo, se pueden considerar los factores externos que arrastran al individuo a agredir. Por lo que en este caso se trataría de identificar las condiciones ambientales que nos llevarían a la agresión.
En un primer momento, nos centraremos en las teorías que focalizan su atención en los aspectos internos. La teoría de los instintos, es una de las más antiguas y polémicas, que afirma que la agresión es un instinto. Esto implica que es una conducta heredada y común a toda la especie. Sigmund Freud, después de presenciar la Segunda Guerra Mundial, decidió que los seres humanos nacen con el instinto de agresión y que no es posible eliminarlo. Por tanto, recalcaba que era esencial canalizar nuestra agresión de maneras no destructivas. Por otro lado, dentro de está misma teoría, el etólogo Konrad Lorenz sostenía que la conducta agresiva no ocurre a menos que sea provocada por claves externas, lo concebía como un recurso de adaptación esencial para la supervivencia. Las teorías biológicas también ubican la agresión dentro del individuo pero difieren de las teorías de los instintos en que tratan de identificar los mecanismos biológicos que la estimulan. Han tratado de identificar las regiones cerebrales o del sistema nervioso que se relacionan con el comportamiento agresivo. Se ha podido constatar que el sistema límbico influye en nuestras emociones e impulsos. Es más, algunos investigadores piensan que la amígdala (que forma parte del sistema límbico) cumple una función importante en la agresión.
Ahora pasaremos a explicar las teorías que se centran en los aspectos externos. La teoría de la frustración agresión considera que la agresión es siempre una consecuencia de la frustración y que la frustración siempre conduce a alguna forma de agresión. Definiremos la frustración como el bloqueo de la conducta dirigida a una meta. No obstante, hay que tener en cuenta que si existe un temor al castigo al agredir a la fuente de frustración, la agresión se puede desplazar hacía otros objetivos, es lo que denominamos como agresión desplazada. Por ejemplo, una mujer que se siente muy frustrada en su lugar de trabajo porque su jefe le presiona mucho. La fuente de frustración es su jefe pero por miedo al castigo, desplaza la agresión al ámbito familiar y se mostrará agresiva con ellos. Albert Bandura reformuló esta teoría aclarando que la agresión no tiene ser precedida por una frustración. Hablaremos por tanto de la teoría del aprendizaje social.Desde esta teoría se apelan a causas externas (ambientales o situacionales) para explicar la conducta agresiva, es decir que aprendemos cuándo, cómo y a quién agredir. Y lo aprendemos mediante dos mecanismos, el refuerzo o recompensa, posteriora una conducta agresiva. Por ejemplo un niño que tiene una rabieta y empieza a patelear y sus padres le dan un caramelo para calmarle. Por otro lado, está el modelado o imitación (aprendizaje observacional). Observamos a otras personas que utilizan la violencia para conseguir cosas que desean. No obstante no todos los modelos son imitados. Los niños son más proclives a imitar a modelos del mismo sexo y si es de posición elevada.
Para terminar y darle un toque positivista a todo este tema buscaremos posibles soluciones a esta agresividad que se encuentra en nuestro día a día. Es cierto que no es posible plantear soluciones simplistas ya que este tema se ve afectado tanto por factores externos como internos de los individuos por lo que hay que ser muy cautelosos. En primer lugar uno de los métodos que podrían resultar efectivos para reducir la agresión serían instruir y persuadir a la sociedad de lo indeseable que resulta la agresión. Conseguir razonar con el individuo y convencerle de que las conductas agresivas sólo pueden perjudicarle. Por otro lado, los castigos pueden ser otro método, pero hay que hacerlo con extremada cautela. Por ejemplo si un niño pega a sus padres, se le castigará, pero será un castigo que se aplicará juiciosamente y en el contexto de una relación cálida. No hay que realizar castigos severos ni con un grado de restricción alto ya que entonces ocurrirá el efecto contrario, el niño/a se frustrará y no internalizará que la agresión es algo negativo ya que verá que sus padres la utilizan. El objetivo principal es conseguir que el niño/a interiorice un conjunto de valores que denigre la agresividad. Otro de los métodos podría ser el recompensar pautas de conducta alternativas, como por ejemplo ignorar a un niño/a cuando se comporta agresivamente y recompensarle por su conducta no agresiva. Ya que en muchas ocasiones, los niños que son castigados moderadamente y fuertemente cuando son agresivos, ven el castigo como una recompensa. Prefieren ser castigados a ser ignorados. Hay que educar a los niños/as proporcionándoles soluciones alternativas y adecuadas en las situaciones en las que se comportan agresivamente y explicarles el por qué. Asimismo, sería interesante que haya una presencia de modelos no-agresivos. Un importante freno a las conductas agresivas es la indicación clara de que cierta acción es inapropiada. Y el indicador más efectivo es el social, es decir la presencia de otros individuos que ante la misma situación se comporten de una manera no agresiva. Es por ello por lo que es tan importante que los padres sean un buen modelo para sus hijos, sean modelos no-agresivos. Y por último, fomentar la empatía hacía los demás. Es por ello por lo que animo a los profesores, padres, abuelos, tíos, hermanos para que realicen actividades de entrenamiento empático, enseñar a nuestros niños y niñas a ponerse en el lugar del otro con el fin de reducir esa agresividad preponderante en nuestra sociedad actual.
Como habréis podido observar es un tema complejo y en muchas ocasiones invisible. Hago un llamamiento para todos aquellos que quieran aportar su granito de arena.Padres, abuelos, docentes, profesionales de la salud, informémonos, eduquemos con cautela y seamos unos buenos modelos. Hay mucho que hacer pero entre todos lo conseguiremos.
Referencias:
- Aronson, E. (2016). La agresividad humana .En E, Aronson (Ed.), El animal social(p 239-271) Madrid: Alianza Editorial.
- Whorchel, S., Cooper, J., Goethals, G.R. y Olson, J.M. (2003). Psicología Social. Madrid: Thompson. Capítulo 10: Agresión: el daño a los otros.